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Epilepsia

Causa

La epilepsia es una de las enfermedades neurológicas más comunes, después de la migraña, el accidente cerebrovascular y la enfermedad de Alzheimer. Afecta a unos 50 millones de personas en todo el mundo y aún hoy continúa siendo  una enfermedad poco conocida y con cierto estigma que repercute mucho en la vida social de los pacientes y de sus familias.

Ocurre como resultado de una actividad eléctrica excesiva y anormal de las células nerviosas (neuronas) del cerebro, también llamada crisis epiléptica, que podría asimilarse a una “tormenta eléctrica” cerebral. Y como el cerebro controla múltiples funciones del organismo, las posibles manifestaciones de la epilepsia son muy variadas, ya que pueden consistir en sensaciones, conductas inusuales y, a veces, la pérdida del conocimiento.

Los principales factores que pueden aumentar el riesgo de padecer epilepsia son: edades tempranas y tardías de la vida, antecedentes familiares de epilepsia, traumatismos de la cabeza, accidentes cerebrovasculares, demencias, infecciones del cerebro y de las membranas que lo recubren (meninges), y convulsiones en la infancia cuando se asocian a fiebre alta prolongada, otras afecciones cerebrales o antecedentes familiares de epilepsia.

Si bien los niños y los adultos mayores son más susceptibles, cualquier persona puede tener epilepsia, puesto que afecta a todos los géneros, razas, grupos étnicos y edades. Cuando se diagnostica epilepsia en adultos mayores, a veces se debe a otro problema neurológico, como un accidente cerebrovascular o un tumor cerebral. Otras causas pueden estar relacionadas con anormalidades genéticas, infección previa de las meninges o del tejido cerebral, lesiones prenatales o trastornos del desarrollo neurológico. Sin embargo, en casi la mitad de las personas con epilepsia no hay una causa aparente identificable.

Como ocurren en el cerebro, las crisis epilépticas pueden afectar a cualquier proceso coordinado por el mismo y, por lo tanto, los síntomas pueden variar ampliamente. Muchas personas tienden a tener el mismo tipo de crisis epiléptica en cada episodio y algunas pueden tener más de un tipo de crisis. Sus manifestaciones pueden ser tan variadas que abarcan episodios de confusión temporal o de ausencia, movimientos espasmódicos incontrolables, pérdida del conocimiento, crisis de miedo, ansiedad o déjà vu, entre otras.

Síntomas

Hay muchos tipos de crisis epilépticas, que incluyen dos categorías principales: focales, que comienzan en una parte específica del cerebro y generalizadas, que abarcan desde su inicio todas las áreas del cerebro.

Las crisis epilépticas focales se dan de dos formas: sin pérdida del conocimiento (antes llamadas convulsiones parciales simples) o con alteraciones de la conciencia (antes denominadas crisis parciales complejas). Si no pierde la conciencia, es posible que el paciente experimente una alteración de las emociones, o cambios en sensaciones como olores, sonidos o sabores, mareos, hormigueo, destellos de luz, o movimientos espasmódicos involuntarios de algunas partes del cuerpo como los brazos o las piernas. Cuando se altera la conciencia, puede perder el conocimiento (desmayo) o mirar fijamente en el espacio y no responder con normalidad. En este tipo de crisis epiléptica, el paciente puede frotar sus manos, masticar, tragar o caminar en círculos. Como estos síntomas se superponen con los de la migraña u otros trastornos neurológicos, problemas de corazón o afecciones psiquiátricas, es necesario hacer pruebas para discriminar el diagnóstico.

Las crisis epilépticas de inicio generalizado, las que ocurren en todas las áreas del cerebro, se dan de distintas maneras. Las crisis de ausencia (antes conocidas como petit mal) se caracterizan por mirar fijamente en el espacio y pueden acompañarse de parpadeo o chasquido de labios. Las crisis tónicas generalizadas implican rigidez de la espalda, los brazos y las piernas. El caso opuesto a éstas últimas son las crisis atónicas generalizadas, que provocan la pérdida del control muscular y se afloja todo el cuerpo. Las crisis clónicas generalizadas son sacudidas espasmódicas repetitivas que suelen afectar el cuello, la cara y los miembros. Al igual que las crisis generalizadas clónicas, las crisis mioclónicas se caracterizan por movimientos espasmódicos breves repentinos o sacudidas de brazos. Por último, están las crisis tónico-clónicas generalizadas (antes conocidas como grand mal), que presentan pérdida de la conciencia y combinan la rigidez (fase tónica) con sacudidas (fase clónica) del cuerpo, en el transcurso de las cuales el paciente puede perder el control de la vejiga y orinarse, o morderse la lengua.

Algunos pacientes con epilepsia notan una sensación antes de perder el conocimiento, denominada aura, que suele ser siempre la misma en cada paciente. Son ejemplos: miedo, déjà vu, nausea, hormigueos localizados, visión de luces, colores o figuras, olores desagradables, y ruidos anormales o distorsionados.

Padecer una crisis epiléptica en determinadas circunstancias puede implicar complicaciones, entre las que se pueden citar traumatismos por caída, ahogo durante un baño, accidentes automovilísticos, o los peligros para la embarazada y su bebé.

Las personas con epilepsia, en particular si está mal controlada, son más propensas a tener problemas psicológicos, especialmente depresión, ansiedad y pensamientos y conductas suicidas. Otros pacientes, con epilepsias bien controladas, no presentan problemas psicosociales significativos.

Otras complicaciones de la epilepsia, infrecuentes pero con mayor riesgo de daño cerebral permanente o que pueden amenazar la vida son: la  actividad convulsiva continua (estatus epiléptico), las convulsiones recurrentes sin recuperación total del conocimiento entre ellas, las crisis tónico-clónicas generalizadas frecuentes y, en general, las personas con epilepsia grave que no responden al tratamiento.

Diagnóstico

Usualmente, es necesario que ocurran al menos dos convulsiones sin un desencadenante conocido (no provocadas) con una diferencia de al menos 24 horas entre ellas, para tener un diagnóstico de epilepsia.

Es posible que sea necesaria la participación de especialistas en Clínica Médica, Neurología, Neurocirugía, Diagnóstico por Imágenes o Salud Mental para completar la evaluación diagnóstica.

Se comienza por la realización de una historia clínica, incluyendo un examen neurológico exhaustivo, durante el cual se valoran las habilidades motoras, la función mental, y otras áreas.

Suele ser necesaria la realización de pruebas de diagnóstico adicionales, incluyendo análisis de sangre, electroencefalograma (EEG), tomografía computada y, a veces, otras imágenes del cerebro como la resonancia magnética, y pruebas neuropsicológicas. El EEG es una de las pruebas más importantes, ya que registra la actividad eléctrica del cerebro.

 

Tratamiento

Algunas personas deben continuar su tratamiento de por vida para controlar las crisis epilépticas, pero en otros casos las convulsiones desaparecen con el tiempo. Algunos niños con epilepsia también pueden superar su afección con la edad.

Ciertas pautas y estilos de vida ayudan a controlar las crisis o sus consecuencias: dormir lo suficiente y mantener un horario regular de sueño, evitar el consumo de alcohol, no consumir drogas ilícitas, reducir el nivel de estrés, llevar una alimentación sana variada y realizar ejercicio físico adecuado. Los pacientes con auras debe tomar precauciones para evitar lesiones (por ejemplo sentarse de inmediato).

El diagnóstico preciso de epilepsia y determinar el tipo de crisis epiléptica son fundamentales para seleccionar el tratamiento más apropiado.

Los medicamentos para el tratamiento de la epilepsia (antiepilépticos) son muy eficaces. En más de la mitad de los casos, los pacientes dejan de tener crisis epilépticas después de recibir el primer medicamento. En casos más rebeldes y complejos, puede ser necesario utilizar asociaciones de 2 o 3 antiepilépticos. Entre los criterios aplicados para la elección del medicamento se encuentran su eficacia y seguridad, características del fármaco, tipo de epilepsia y preferencias del paciente. Las circunstancias personales del paciente (edad, trabajo, otras enfermedades, etc.) son también muy importantes a la hora de elegir un medicamento. Es importante respetar la toma de la medicación siguiendo estrictamente las indicaciones del especialista y, antes de tomar otras medicinas, comprobar que pueden utilizarse en pacientes con epilepsia y que no afectan la eficacia o seguridad de los medicamentos antiepilépticos.

Durante el tratamiento es importante mantener un diario detallado de las crisis epilépticas, registrando la hora, el tipo y la duración, y los factores que pueden haber actuado como desencadenantes,  como omisión de toma de la medicación, falta de sueño, situaciones de estrés, menstruación, o cualquier otra circunstancia asociada.

Las personas con epilepsia deben tomar precauciones a la hora de viajar, por ejemplo en avión o en barco. Es recomendable llevar un informe médico en el que conste el tratamiento antiepiléptico que se está recibiendo y disponer en el equipaje de mano de medicación suficiente para unos días. Hay que tener cuidado también con el cambio horario, respetando el intervalo de horas para la toma de medicación.

Cuando los medicamentos no funcionan para detener las crisis epilépticas por completo, y en algunos tipos especiales de epilepsia, se puede recurrir a otras formas de tratamiento que incluyen cirugía y estimulación cerebral.

En algunos pacientes, sobre todo en aquellos con epilepsia resistente a los medicamentos, las consecuencias psicológicas y sociales pueden ser muy importantes e, incluso, más incapacitantes que las propias crisis epilépticas. En estos casos, una intervención psicológica adecuada, individual o en grupo, ayuda a mejorar la aceptación de la enfermedad, el cumplimiento con el tratamiento y a disminuir la ansiedad. En caso de que existan, además, problemas psiquiátricos, es importante la ayuda del psiquiatra para prescribir medicación si es necesario.

Se estima que el 25% de los casos de epilepsia pueden ser prevenibles. La prevención de los traumatismos craneales es la forma más eficaz de evitar la epilepsia postraumática; la atención perinatal adecuada puede reducir los nuevos casos de epilepsia causados por lesiones durante el parto; el uso de medicamentos y otros métodos para bajar la temperatura corporal de los niños con fiebre puede reducir las probabilidades de convulsiones febriles; la prevención de la epilepsia asociada a los accidentes cerebrovasculares se centra en la reducción de los factores de riesgo cardiovascular mediante, por ejemplo, la prevención y el control de la hipertensión arterial, la diabetes y la obesidad, así como el cese del tabaquismo y la moderación en el consumo de alcohol; en la epilepsia asociada a infecciones, la educación sobre cómo evitarlas, incluyendo el cumplimiento de las pautas de vacunación, pueden contribuir a su reducción.

Referencias

Mayo Clinic. Atención al paciente e información médica > Enfermedades y afecciones > Epilepsia.
Disponible en: https://www.mayoclinic.org/es-es/diseases-conditions/epilepsy/symptoms-causes/syc-20350093

Clínic Barcelona Hospital Universitari. Asistencia > Enfermedades, síntomas y estados de salud > Epilepsia.
Disponible en: https://www.clinicbarcelona.org/asistencia/enfermedades/epilepsia

NIH Biblioteca Nacional de Medicina. MedlinePlus > Temas de Salud > Epilepsia.
Disponible en: https://medlineplus.gov/spanish/epilepsy.html

Cleveland Clinic. Health Library > Disease & Conditions > Epilepsy.
Disponible en: https://my.clevelandclinic.org/health/diseases/17636-epilepsy

Organización Mundial de la Salud. Temas de Salud > Epilepsia.
Disponible en: https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/epilepsy

Epilepsy Foundation. Living with Epilepsy > Epilepsy and… > Latinos.
Disponible en: https://www.epilepsy.com/living-epilepsy/epilepsy-and/latinos

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